Vivimos rodeados de olores artificiales que llenan nuestra
casa y nuestra vida. Llenamos nuestras casas, tiendas y despachos de
ambientadores buscando esa conexión con nuestro espíritu más puro, pero lo
hacemos de un modo desacertado, porque hemos olvidado el poder de las esencias.
Olvidamos que ciertos aceites, extraídos de diferentes partes de algunas
plantas o de ciertas resinas pueden ayudarnos no sólo a “perfumar” nuestra
vida, sino a despertar en nosotros la vibración mágica y del espíritu y que
puede ayudarnos a desarrollar todo nuestro potencial en muchos sentidos. Al fin
y al cabo, todos formamos partes de esa vibración espiritual primaria que
culmina en la más pura magia.
Sabemos que la aromaterapia influye en esa vibración. Desde
tiempos inmemoriales, los chamanes de todas las culturas se han ayudado de
plantas secas, aceites y extractos para reforzar sus rituales y canalizar su
videncia. En los rituales mágicos se utilizan preferentemente los aceites esenciales,
puesto que son mucho más potentes. En cambio, para otro tipo de rituales, como
las limpiezas espirituales o del aura por ejemplo, se suele preferir la
utilización de plantas secas o jabones, para evitar una exposición demasiado
potente, que podría provocar efectos no deseados en la persona que se somete a
ella. A través del uso de los aceites esenciales en nuestros rituales mágicos,
inspiramos vibraciones mágicas que elevan nuestro espíritu y nuestra conciencia
a rangos más altos.
Hoy sabemos que en nuestra nariz hay infinidad de receptores
olfativos que conectan directamente con el cerebro y el sistema nervioso. Y sin
embargo, todas las culturas antiguas, aún sin tener los conocimientos físicos
necesarios para saberlo, habían comprobado por ensayo y error que determinadas
resinas y esencias de plantas permitían la conexión entre la mente consciente y
el inconsciente, es decir, propiciaban la comunicación de la mente con las
deidades y los espíritus.
El aceite esencial es lo más puro de la planta, su espíritu,
su parte primordial. El aceite esencial recoge sus vibraciones y nos permite
utilizarlas para mejorar nuestro entorno o nuestra receptividad de un modo
sencillo. No olvidemos que los aceites esenciales son muy volátiles,
dispersando ese espíritu de la planta con rapidez por el aire que nos rodea,
para facilitar nuestra captación a través de las fosas nasales y de los
receptores hasta nuestro cerebro.
¿Cuántas veces, al percibir un olor, nuestra mente se
traslada a un lugar o a un momento de nuestra vida que habíamos olvidado o no
teníamos presente? ¿Necesitamos más pruebas de cómo influye en nuestro espíritu
los olores?
Sustituyamos esos terribles ambientadores artificiales por
aceites esenciales de calidad que nos permitan no sólo deleitar nuestra nariz,
sino que transmitan la fuerza y la vibración de las plantas a través de nuestra
nariz hasta nuestro cerebro y espíritu. Al fin y al cabo, en los tiempos que
vivimos, cualquier ayuda que nos permita canalizar nuestro potencial y
armonizar nuestros sentidos ya es más que bienvenida.
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