El término solsticio proviene del latín, solstitium, y se
refiere a la época del año en que el sol, en su trayectoria aparente, se halla
sobre uno de los dos trópicos, dando lugar a la máxima desigualdad entre el día
y la noche. La inclinación de la Tierra en el hemisferio Norte está más cerca
del Sol y en el Hemisferio Sur esta se encuentra más alejada del sol,
(Solsticio de invierno). Por lo tanto mientras unos celebramos el verano, otros
entran en la estación invernal. Es una subida del Sol y su declive en los 2
hemisferios.
La celebración de los solsticios en occidente data de 5000
años antes de Cristo. Los antiguos griegos definían este acontecimiento como un
paso hacia otra dimensión, el sol como reflejo de la conciencia luce con fuerza
en el exterior, es verano, para después lucir en el interior, es el invierno.
El espíritu se expande o recoge abriendo
puertas virtuales, la “Puerta de los Hombres” para el solsticio de Verano; la
“Puerta de los dioses” para el solsticio de Invierno. Así, de una manera y de
otra, mortales e inmortales se cruzaban en estos portales que representan el
acceso a dimensiones terrenales y espirituales.
Estas creencias mitológicas expresan la necesidad de la
permanente conexión entre lo de “arriba” y lo de “abajo”. El ser humano puede
entrar en la luz, el ser divino penetra en la materia cruzando puertas del
inconsciente.
Muchas culturas siguen celebrando la fiesta del Sol porque
representa un principio de vida, la
continuidad de la existencia y el primer logo o divinidad con la que la
humanidad se identificó. Dicen que los espíritus más puros, los guías de luz
logran también acceder a nuestra dimensión durante el festejo del solsticio para
comunicarse con nosotros.
Tal y como la Astrología nos revela, la entrada de los
planetas en un signo supone el despertar de esa fuerza zodiacal. Para los
nativos de Cáncer, es un acontecimiento que se une a la celebración de la
fiesta de San Juan el 24 de junio, adaptación del culto pagano a las enseñanzas
cristianas, conmemorando el nacimiento de Juan Bautista precursor de Jesús y
que trata de basar la fe, no en el rito pagano sino en un referente espiritual.
Pero en realidad no hay nada más espiritual y trascendente que el Sol, que en
Astrología Cabalística asociamos a Tiphereth, porque festejar el Sol es darle
poder, relevancia, es acordarnos de nuestro Sol Interior.
Son numerosas las personas que en todo el planeta festejan
esas Puertas Dimensionales conrituales iniciáticos desde el 21 al 24 de junio,
y se abren para que demos el salto de una realidad a otra después de quemar sus
viejas naves, sus tendencias caducas y renovarse, tal y como lo hace la
naturaleza.
Suele pensarse muy poco en el sentido mágico de la fuerzas
de la naturaleza, lo que hacen por nosotros los 4 elementos que dan vida a toda
esa vida que disfrutamos. Los chamanes, los fitoterapeutas, los que se sienten
muy unidos a la naturaleza saben que durante estos periodos la recolección de
plantas es muy intensa y se ha comprobado que el poder curativo de la
vegetación aumenta durante los días del solsticio. Suele ser común la recogida
de hipérico o hierba de San Juan, la Manzanilla o Abrótano hembra, la Artemisa,
la Milenrama, el Saúco, el Gordolobo, la Pulsatilla alpina, la Onagra y la
Perpetua, el Espliego, el Romero, el Tomillo, entre otras muchas. Se dejan
secar al sol y se almacenan al atardecer y sus propiedades medicinales aumentan
gracias a la especial energía solar, cuando se trata del Solsticio de verano.
Hay otras plantas de invierno que adornan nuestros hogares, que nos sirven de
protección y que se recogen en el Solsticio de invierno. El rocío de la mañana
durante estos días también suele ser más energético, es como una exhalación
llamadaFlos-coeli (flor Celeste), o también Flor del Agua, que se forma al
amanecer.
Este es un momento de purificación, prosperidad, abundancia
y fecundidad, porque el Sol en Cáncer modifica nuestra matriz interior, nos
prepara para recibir, para vivir con intensidad el contacto con nuestro ser
íntimo y nos sugiere el deseo de elevarnos. Algunas tradiciones antiguas
cuentan que al amanecer del primer día de verano las mujeres de los pueblos
solían ir a recoger agua de fuentes y manantiales para impregnarse de la Flor
celeste o Flor del Agua. Se bebían este néctar y se rociaban con la firme
convicción de que esta purificación les llevaría a realizar sus deseos de
encontrar al ser amado o de concebir.
La tradición sigue muy viva en la naturaleza del hombre que
busca a menudo volver al origen, a esa pureza primigenia y mediante diferentes
rituales como las hogueras purificadoras, los saludos al Sol, los rituales de
un bautismo; entrar en el río, bañarse en el mar, quemar viejos enseres e
intenciones escritas en un papel, y encomendarse a los elementales del Fuego,
las Salamandras; a los elementales del Agua, las Ondinas; a los elementales del
Aire, las Sílfides y elfos; a los elementales de la Tierra, los gnomos y
celebrar con ellos la vida con cantos y ofrendas.
Todo es útil y provechoso mientras se haga con la conciencia
puesta en que cada ritual que seguimos no es más que la escenificación de una
conexión con esos mundos tan desconocidos y reales a los que no solemos prestar
demasiada atención. Si necesitamos las fiestas simbólicas del año para
acordarnos de que interactuamos con la naturaleza de las cosas, ¡bienvenidas y
bien celebradas sean!
Los solsticios están cargados de un aliento mágico. Es
también la fiesta de los Zodiacales. Despiertan en cada signo astrológico una
energía especial. Además de aprovechar el Fuego purificador que entra en Cáncer
para quemar y deshacernos de las actitudes que limitan nuestra personalidad,
podemos vivirlo de forma introspectiva y
reveladora. Conectando con estas Puertas estamos dando vida a la Creación.
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